41 años de la guerra de Malvinas: «´pensé que no vivía otra noche más», dijo Galbiati

El castense Javier Galbiatti, uno de los sobrevivientes del hundimiento del Crucero General Manuel Belgrano nos deja su relato de aquel domingo 2 de mayo cuando la nave insignia de nuestro país recibe dos torpedos del submarino inglés Conqueror.

El clima es otro calvario: nubarrones que ocultan el cielo y vientos fortísimos que encrespan el mar. El peor escenario para el rescate de los sobrevivientes: los 62 botes –el crucero lleva 72, pero una decena es de reserva–parecen más pequeños y más frágiles, mientras el Belgrano se hunde ya sin remedio…

“Ya teníamos las instrucciones de como debíamos saltar al bote salvavidas, debíamos caer en él descalzos, porque con el taco del zapato lo podíamos romper, así que con los zapatos en las manos y remera manga corta me tire al bote, no tuvimos tiempo de nada, quisimos agarrar un par de frazadas que habíamos visto y no pudimos, luego pasamos por la panadería y agarramos una bolsa de pan que la final la tuvimos que tirar al agua porque se había mojado”, expresaba Javier que a través de su relato y sin olvidarse detalles narraba momentos desgarradores que seguramente son imposibles de olvidar.

“Eramos 20 en la balsa que me había tocado –antes de subirnos al crucero cada uno de los tripulantes ya sabía cuál era su balsa en caso de una emergencia– no nos podíamos separar del barco, porque el viento nos empujaba hacia él, cada balsa tenía un encargado, y él nos ordenó cerrarla, tenía una especie de cierres que se cerraba completa, luego de hacerlo nos dice, ahora que sea lo que dios quiera…”

Luego de escuchar al encargado pasaron varios minutos donde se me cruzaron un montón de cosas por la cabeza, mi familia, si saben algo, que estarán pensando o como la estarán pensando, si zafó o no”, señalaba Galbiati.

“Cerraba los ojos y cuando los abría solo divisaba una mancha negra y siempre esperando el desenlace final”

En un momento decidimos abrir el cierre de la balsa para poder ver que es lo que sucedía, y cuando lo hicimos vimos que ya estábamos como a cien metros y el barco ya estaba prácticamente hundido, fueron 50 minutos más o menos lo que tardo en hundirse.

El castense estuvo 32 horas en la balsa esperando ser rescatado “En un momento la balsa se pinchó y tuvimos que abandonarla y ahí fue donde más me moje, porque cuando salté a la otra balsa no llego y quedo colgado, en esa balsa éramos 29, entonces teníamos que buscar otra que estuviera más vacía y pasar 9 tripulantes, entonces ahí fue donde dije que yo no pertenecía a ese grupo y tengo que ir a otra, pero el encargado me dice que yo estaba muy mojado y que debía permanecer con ellos.

En un momento el encargado tuvo una idea que no salió muy bien; atamos con una soga nuestra balsa con el resto para no separarnos, pero las olas y el viento nos jugaron una mala pasada y provocó que la misma soga hiciera una corte en la balsa, y cuando venían las olas teníamos que tapar ese agujero como podíamos para que no entre mucha agua, pero igual entraba, luego debíamos sacarla con los zapatos o con lo que teníamos a mano.

Javier Galbiati en su relato indicaba que con el correr de las horas todo fue cada vez más complicado “Muchos se descomponían y te vomitaban encima, pero en esa situación nada importaba, al principio orinábamos en una bolsita que luego las podías cerrar y con ese orin caliente nos frotábamos el cuerpo.

Alrededor de las 18hs, ya estaba de noche y no se veía nada, lo único que se escuchaba era el mar y el viento, por momentos estábamos arriba y a veces abajo, las olas eran muy grandes, de 8 o 9 metros.

Sabíamos que no nos teníamos que dormir, porque si lo hacíamos por el frio que sentíamos no nos íbamos a despertar más, pero el tiempo pasaba y ya pensábamos que iba a ser insoportable pasar una noche más. Después de las 9 de la mañana cuando recién amaneció sacamos la cabeza afuera para ver si podíamos ver algo, un barco o una balsa, o lo que sea…

Mirábamos el cielo en busca de algún pájaro, que era indicio de que estábamos cerca del continente, pero no había nada.

A las 13,15hs sentimos un motor, pero lo primero que pensamos fue en un avión inglés, hasta que un momento la pudimos ver y luego se identifica, poniéndose de costado y por esa inclinación pudimos ver la bandera argentina.

“Tomamos un litro de agua entre los 20 tripulantes”

Fue una gran satisfacción para nosotros luego de que el avión diera dos vueltas sobre nosotros, nos dimos cuenta de que nos estaban buscando, pero igual entendíamos que faltaba mucho para que nos rescataran porque el avión tenía que indicar nuestra ubicación a los barcos.

Cuando se hizo de noche podíamos ver a lo lejos el barrido que hacían con los reflectores desde los barcos para buscarnos, sin saber que podían correr la misma suerte que nosotros porque estábamos en guerra. Pero después de las 9 de la noche se cortó todo, no veíamos nada, ahí fue donde usábamos las pistolas de bengalas para marcar nuestra posición, luego el encargado dijo “muchachos me parece que no nos están buscando más, y vamos a tener que prepararnos a pasar otra noche”, en ese momento fue donde pensé que no iba a poder, no daba más.

No tenía dolores, pero tampoco fuerzas y no sentía las piernas, me las tocaba para ver donde podía sentir algo, era imposible aguantar otra noche.

Y a las 11 de la noche de golpe vimos una luz muy fuerte, quedó de día dentro de la balsa, luego escuchamos por altavoz si había sobrevivientes y si llevamos tripulantes heridos y conscriptos.

Nuestra balsa fue la última en rescatar, comenzaron primeros con los conscriptos, yo era uno de ellos y luego con los de más rangos, nos tiraron una soga con una especie de tabla donde nos teníamos que sujetar con un cinto.

Con los pies que no los sentía llegué a arriba y cuando me quiero parar me caí porque no podía caminar, ya cuando iba subiendo veía que todos los que iban rescatando estaban sentados en el piso y no entendía nada, después me di cuenta que no podían caminar igual que yo.

Indudablemente, el 2 de abril de 1982 es una fecha sumamente significativa para la historia argentina. El heroísmo de los combatientes, la emoción de haber visto flamear la bandera en las Islas, y el espíritu del pueblo que acompañó la gesta de sus héroes, emergen en nuestra memoria colectiva cada nuevo aniversario.

El 2 de abril es un momento propicio para recordar a aquellos compatriotas que lucharon y dieron su vida en defensa de la soberanía argentina. Como así también, para reflexionar y compartir la historia con quienes no tuvieron la oportunidad de vivir aquel sombrío período.
Nuestro desafío será seguir transmitiendo el legado a todas las generaciones de argentinos por venir; y no dejar de reclamar pacíficamente la soberanía de nuestras queridas Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.