Cada 1° de mayo se celebra el Día Internacional del Trabajador que cuenta con antecedentes en la Argentina que datan de 1890 por parte de grupos anarquistas y de izquierda, pero recién a mediados del Siglo XX la fecha fue instituida como feriado nacional.
En 1886, la ciudad de estadounidense de Chicago fue el epicentro de decenas de protestas por parte de los trabajadores en reclamo de mejoras en las condiciones laborales, con jornadas de ocho horas, y modificaciones en sus contratos. Para fines de abril, comenzó a popularizarse el lema: “Ocho horas para el trabajo, ocho para el sueño y ocho para la casa”, en un nuevo reclamo del grupo conocido como “Noble Order of the Knights of Labor” (Noble Orden de los Caballeros del Trabajo).
En el marco de los reclamos, el 1° del mayo comenzó un paro, y durante cuatro días, alrededor de medio millón de personas protestaron en más de 5.000 puntos de huelga. El cierre de las manifestaciones fue el 4 de mayo, cuando se produjo una salvaje represión por parte de la Policía: ésa fue la Revuelta de Haymarket.
Tres años más tarde, en un Congreso en París en donde se celebraba la Segunda Internacional -una organización obrera conformada por partidos socialistas y laboristas- se instituyó el 1º de mayo como el Día Internacional del Trabajador.
En 1890, un año después de aquella decisión de la Segunda Internacional, se realizaron las primeras actividades en la Argentina para recordar y homenajear a los mártires de Chicago. La iniciativa era llevada adelante por sectores de izquierda y del anarquismo, por lo que eran jornadas de fuertes protestas contra el sistema capitalista que solían terminar con incidentes con las Fuerzas de Seguridad.
En 1925, durante la Presidencia del radical Marcelo Torcuato de Alvear, el Gobierno declaró por decreto «día de fiesta» al Día de los Trabajadores, como acto administrativo que concedió asueto sólo a los trabajadores estatales.
Recién 19 años después, en la gestión de Edelmiro Farrell y con Juan Domingo Perón como secretario de Trabajo y Previsión, la fecha pasó a denominarse «Día del Trabajo» y adoptó carácter oficial de feriado.
El establecimiento del 1º de mayo como feriado fue un «símbolo de las justas aspiraciones del trabajador y ferviente homenaje a la noble dignidad de toda labor humana», en palabras del entonces coronel Perón en su mensaje a los trabajadores.
A partir de ese año, la fecha fue aprovechada por el movimiento obrero para realizar reclamos o defender conquistas, así como los sectores sindicales alineados con la izquierda mantuvieron su esencia combativa.