Poco después de cumplir 18 años, Alberto se acercó a donar sangre por primera vez. Lo hizo en su Italia natal, a través de una asociación benéfica especializada en este tipo de procedimientos. Con el tiempo, aquel gesto se convirtió en un hábito y cada tres meses volvía a «poner el brazo». Hace 25 años, su historia personal dio un giro de 180 grados: dejó su pueblo y se mudó a la Argentina. De a poco se fue acomodando a una nueva vida a miles de kilómetros de distancia, adquirió otras rutinas y hasta se hizo hincha de un nuevo club de fútbol. Pero nada apagó la chispa de aquella acción altruista que le quedó grabada y que trajo consigo desde el otro lado del océano.
«Cuando llegué a Buenos Aires, busqué la forma de seguir con la donación voluntaria. No cuesta nada hacerlo, sólo hay que superar los miedos que uno pueda tener por desconocimiento. Hay muchos fantasmas alrededor de la donación, pero puedo decir por experiencia personal que no pasa nada, no duele. En mi caso, lo hago porque sé que sirve para gente que sufre un accidente o tiene operaciones. Siempre digo que hoy le puede tocar a uno, mañana a otro. Es una forma de ayudar a los demás», cuenta acostado en la camilla del banco de sangre de la Fundación Swiss Medical. «Y además, después te dan un desayuno muy rico», bromea con un tono distendido mientras su sangre fluye desde su brazo derecho por una vía y el Técnico le pregunta por el presente de Chacarita, su gran pasión argentina.
La de Alberto es una de las historias que día a día se escriben en silencio, pero que tienen un impacto muy positivo en nuestro sistema de salud. La donación voluntaria es un eslabón fundamental para que los bancos de sangre cuenten con los suministros necesarios para responder en tiempo y forma a la demanda de urgencias, tratamientos crónicos e intervenciones quirúrgicas.
¿Cuál es la situación actual en la Argentina? «Poco a poco y con mucho esfuerzo hemos ido recuperando los donantes perdidos a partir de la pandemia de coronavirus. Hubo acciones que llegaron para quedarse: los turnos para evitar sobreexposición, las distancias sociales y las medidas de higiene y seguridad. También se incrementó el número de donantes voluntarios y altruistas que responden al llamado frente a las necesidades de algún paciente, desconocido para ellos», explica la doctora Susana Anhel (MN 1454), jefa Bioquímica de la Fundación Swiss Medical, en el marco del Día Mundial del Donante de Sangre, que se conmemora esta 14 de junio. La fecha, impulsada por la Organización Mundial de la Salud, tiene por objetivo reconocer a los millones de voluntarios que donan regularmente a nivel global; y a su vez, generar conciencia para que otros se sumen y de esa forma fortalecer la rueda que garantiza la calidad, seguridad y disponibilidad de sangre con fines médicos.
Por qué es tan importante la donación voluntaria
Una vez que una persona realiza una donación, «las unidades de sangre deben ser procesadas (separadas en hemocomponentes), estudiadas para enfermedades transmisibles y conservadas a la temperatura y el tiempo correspondientes (glóbulos en heladera 35-42 días, plasma congelado 1 año y plaquetas a temperatura ambiente 22°C durante 5 días). Todo este proceso demora un tiempo que debe ser tenido en cuenta ante las urgencias por accidentes o cirugías«, detalla la doctora Anhel. Las plaquetas son un insumo particularmente sensible, dado que por su tiempo de vencimiento los bancos necesitan un recambio permanente para poder abastecer a aquellos pacientes que las necesitan para tratamientos oncológicos o cirugías.
De cada una de las donaciones se separan 3 o 4 hemocomponentes: glóbulos rojos, plasma, plaquetas; y del plasma, a su vez, se obtienen los crioprecipitados que son ricos en factores de coagulación. Una vez separados los glóbulos por centrifugación, se congela rápidamente a -80°C para conservar la actividad de dichos factores. El remanente no utilizado, y de acuerdo con la Ley de sangre 22990, se envía a la Planta de Hemoderivados de la Universidad de Córdoba –que tiene la mayoría de los donantes altruistas de plasma, ya que es una de las pocas plantas productoras de Latinoamérica- donde es procesado, inactivado con técnicas antivirales y transformado en hemoderivados para la industria farmacéutica, como por ejemplo Albúmina Humana y Gammaglobulina hiperinmune.
«El objetivo como banco de sangre y como país es lograr que cada vez haya más personas altruistas fidelizadas con la donación de modo de tener siempre disponibles dichos hemocomponentes, como también que podamos lograr cubrir la demanda con los donantes voluntarios y altruistas sin necesidad de sumar angustias a los pacientes y familiares pidiendo la colaboración de donantes de ‘reposición'», agrega la experta de la Fundación Swiss Medical.
Los donantes habituales forman una red de sangre segura, ya que son conscientes de las situaciones de riesgo de transmisión de enfermedades y, por otro lado, su salud es controlada periódicamente con cada donación. Este punto es especialmente destacado por Alberto, el «tano» que se enamoró de la Argentina hace un cuarto de siglo. «Es una forma de mantenerse controlado, porque no solamente te extraen sangre sino que además te chequean cómo estás. De esa manera, se combina una vida saludable y la posibilidad de ayudar a los demás», sostiene.
Quiénes pueden donar
- Pueden donar sangre todas aquellas personas sanas, de 16 años a 65 años (hasta los 18, con autorización de padres o tutor).
- Deben pesar más de 50 kilos y haber ingerido alimentos antes de presentarse a donar.
- En caso de contar con alguna patología o estar tomando alguna medicación, es importante verificar en la página del Ministerio de Salud (Dirección Nacional de Sangre) si es una condición que inhabilite para donar. También se puede consultar en cualquier banco de sangre.
- Las mujeres pueden donar hasta tres veces por año y los hombres hasta cuatro. En las pruebas predonación se le harán los estudios correspondientes para determinar si tiene la cantidad de glóbulos rojos requeridos.
- Otra opción es la donación de plaquetas únicamente (plaquetas de dador único), en el que no se extraen glóbulos rojos, sino que, mediante un equipo, se logra un concentrado de plaquetas que contiene entre 6 y 8 unidades. Dada la rápida reposición de las plaquetas, y de que no baja el recuento de glóbulos rojos, los donantes de plaquetas pueden donar hasta 2 veces por semana. Esta donación es muy importante en aquellos pacientes oncohematológicos que reciben plaquetas a diario con el fin de mantener su hemostasia y no sangrar, ya que reduce muchísimo el número de donantes requeridos como soporte y también la exposición antigénica al paciente.
- No pueden donar embarazadas ni personas que se hayan hecho un piercing o un tatuaje en el último año.
El destino de la sangre que donamos
Las internaciones que habitualmente requieren mayor cantidad de transfusiones son las cirugías cardiovasculares, los tratamientos oncohematológicos, los partos complicados y la asistencia a los recién nacidos. A esto se suman las urgencias como, por ejemplo, la atención de víctimas de accidentes de tránsito graves.
«En cuanto a los trasplantes, no se podría realizar ninguno, ni de médula o de órganos sólidos, sin el soporte del banco de sangre y los hemocomponentes de los donantes voluntarios. Los tratamientos de las leucemias requieren transfusiones diarias de plaquetas en dosis dependientes del peso corporal. Por ejemplo, un paciente de 60 Kg necesitará alrededor de 6 unidades de plaquetas por día para mantener su hemostasia y en una semana se transfundirían 42 unidades de plaquetas, provenientes de 42 donantes de banco. Si fuesen únicamente donantes de plaquetas con menor número de donantes (3 o 4) se pueden cubrir las transfusiones necesarias», detalla la doctora Susana Anhel.
En muchos casos, los familiares y amigos que acompañan a un paciente en alguna de estas intervenciones experimentan en primera persona la importancia de contar con sangre disponible y se acercan a donar. Tal fue el caso de Ana: primero asistió a su papá y años más tarde a su hermana, quien atravesó una larga lucha contra un tumor. «En ambos vi la mejoría que les generaba cada transfusión. Especialmente en mi hermana, que tenía un color muy pálido a causa de la enfermedad, y cada vez que recibía sangre salía revitalizada. Aunque pasen los años, la imagen de sus cachetes rojos no la voy a olvidar y hoy es mi motor para donar sangre para los demás», explica.
El mayor desafío en la actualidad es lograr que otras personas hagan ese mismo «clic» que vivió Ana, para tomar conciencia de que sólo a través de la donación de sangre podrán seguir realizándose trasplantes o cirugías complejas. La doctora Anhel aclara que «las preparaciones farmacéuticas pueden suplir algunos factores de coagulación, pero hasta ahora la parte celular (glóbulos y plaquetas) depende de un humano que voluntaria y altruistamente done parte de sí para que otros sanen o vivan».
Desde su experiencia en el banco de sangre de la Fundación Swiss Medical, lo que se busca es minimizar las complicaciones para que los dadores se atiendan en forma rápida, con empatía y amabilidad en su sede o acercándose a las empresas e instituciones con colectas extra muros para que no tengan que desplazarse, ampliando los horarios de donación y cuidando la seguridad del donante durante todo el proceso.
«Si las personas piensan en esperar a que alguien de su familia necesite una transfusión para donar sangre, seguramente llegarán tarde para las urgencias y emergencias. Los hemocomponentes deben estar listos, estudiados y liberados en los servicios de transfusión para que los pacientes los tengan disponibles en tiempo y forma. Así todos irán formando la ‘rueda’ de donantes seguros para que no haya que postergar tratamientos en los pacientes, familiares o no«, concluye.