O.J. Simpson, la estrella del fútbol americano de la NFL cuya absolución en 1995 en el llamado “juicio del siglo” por los brutales asesinatos de su esposa y un amigo de ésta conmocionó al mundo, pero que posteriormente fue declarado responsable en otro juicio civil, murió a los 76 años, anunció su familia.
“El 10 de abril, nuestro padre, Orenthal James Simpson, sucumbió a su batalla contra el cáncer”, decía un mensaje firmado por la familia en la red social X.
Simpson ganó fama, fortuna y adulación gracias al fútbol americano y al mundo del espectáculo, pero su legado cambió para siempre con el asesinato a cuchilladas de su ex mujer, Nicole Brown Simpson, y el amigo de ésta, Ronald Goldman, en junio de 1994 en Los Ángeles.
La cobertura televisiva en directo de su detención tras una famosa persecución a baja velocidad supuso la caída en desgracia del héroe deportivo.
Había parecido trascender las barreras raciales como “tailback” estrella de los Trojans de la poderosa Universidad del Sur de California de fútbol americano universitario a finales de los sesenta, como vendedor de anuncios de coches de alquiler recorriendo los aeropuertos a finales de los setenta y como marido de una reina de la escuela secundaria rubia y de ojos azules en los ochenta.
“No soy negro, soy O.J.”, le gustaba decir a sus amigos.