Nota de opinión: “violencia institucional” (*)

Cada 2 de octubre se conmemora en el mundo el “Día Internacional de la No Violencia”, fecha que recuerda el nacimiento del líder hindú Mahatma Gandhi, libertador de la India, ante el poder colonialista del Reino Unido de la Gran Bretaña.

Su novedoso ejemplo de no responder a la violencia institucionalizada con violencia popular, en busca de un objetivo dignificante para la condición humana, se reprodujo años mas tarde en Estados Unidos de la mano del Dr Martin Luther King (asesinado), promotor de los derechos civiles de los americanos negros, esclavizados primero y luego discriminados por su color de piel, a mediados del siglo pasado, al igual que sus pares sudafricanos. Allí también, otro referente político y social por la no violencia, el Premio Nobel de la Paz 1993, Nelson Mandela, militó activamente contra las políticas racistas del apartheid del Partido Nacional en el poder, pagando su lucha con veintisiete años de cárcel.


Cada uno de ellos fue necesario para revelar las violencias, injusticias, abusos y malos tratos recibidos por minorías segregadas por su color de piel, religión o nacionalidad, en el marco de un empobrecimiento material planificado, tendiente a inmovilizar sus protestas y reclamos contra un sistema opresor, inhumano, amoral e injusto. Nada los detuvo y se sostuvieron en la concreción de sus altísimas metas, con valor y convicción.

Dolorosamente Argentina transita un escenario similar, no ajeno a nuestro devenir histórico. La violencia estatal está mas presente que nunca. Es su víctima directa el sector asalariado nacional, vulnerado en su poder adquisitivo, dinamitado en su ascenso social, desprovisto forzadamente de sus ahorros, aniquilado espiritualmente en su capacidad de soñar con un proyecto de vida posible, sobre el cual no puede decidir con libertad…
El pueblo trabajador argentino paga hoy con su agobiante existencia, las trágicas consecuencias de haber creído en una dirigencia política más preocupada en reproducirse, que en solucionar los devenires de sus representados.

Violencia es decretar discursivamente que “no hay plata” para una mayoría cada vez más empobrecida. Violencia es celebrar con un asado el hambre de las y los abuelos, tratando de “héroes” a los verdugos que les cortaron sus recursos mínimos para subsistir. Violencia es demonizar al Estado, garante del pacto social, reduciéndolo a un mero papel administrativo, irresponsable y ausente. Violencia es utilizar una “motosierra” sobre recursos imprescindibles para el funcionamiento vital de una sociedad que medianamente aspire a ser digna con salud, vivienda, educación, trabajo en blanco y seguridad. Violencia es la economía sin política.

Violencia es atacar e insultar a los representantes de los Estados provinciales, sin siquiera conocer físicamente esos territorios, sus poblaciones, logros y necesidades. Violencia es priorizar apetencias y egos personales, sobre el dolor de los que realmente sufren por efecto de acciones públicas mezquinas e inhumanas. Violencia es tener depósitos llenos de alimentos y no repartirlos.
Violencia es no dar quórum en los ámbitos legislativos, ante temáticas que defienden la dignidad del pueblo trabajador, escudados en diatribas carentes de fundamentación democrática y compromiso social genuino. Violencia es la indiferencia ante el dolor del que sufre.

Violencia es restringir la libertad de prensa y desfinanciar el conocimiento científico o la cultura. Violencia es mentir. Violencia en gastar en mecanismos y herramientas para atacar la protesta social, sin distinguir entre niños y ancianos. Violencia es no recibir a un padre que busca ayuda para encontrar a su hijo, posible víctima de trata de personas.

Violencia es dejar plantados a un grupo de servidores públicos como los bomberos voluntarios de Córdoba -asediada por los incendios-; ignorándolos en su importantísima labor de entrega al prójimo, negándoles mínimamente un saludo, un reconocimiento humano a su entrega desinteresada.
Violencia es naturalizar la violencia, calificándola de anecdótica e inofensiva, aceptándola sin condenarla desde el mismo sector dirigente político o los medios masivos de comunicación que la contemplan, porque el silencia ante la injusticia es también violencia y complicidad.

Violencia es tildar de “curro” la política de derechos humanos desarrollada en las últimas décadas en la Argentina, elogiada a nivel mundial por la contundencia real de su lucha por la memoria, verdad, y justicia. Jamás han sido un “curro” los detenidos desaparecidos, los bebés robados, las búsquedas de identidad biológica, los vuelos de la muerte, la tortura o la violencia de la injustica hasta el juicio de los represores, único en el mundo. Mi recuerdo para el querido compatriota Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, activista incansable contra el olvido y el autoritarismo estatal, quien dejara su huella en La Pampa allá por agosto de 1983, invitado por el Diario La Arena para sus cincuenta aniversarios, colaborando en la creación de la Asamblea Pampeana por los Derechos Humanos.


Violento es gobernar por internet, encerrado en un círculo nocivo de operadores virtuales ajenos a la realidad, autoabastecidos de una ficción irresponsable y superficial.
Por todo ello, ante tanta violencia desatada desde arriba, el pueblo debe responder con organización y formación cívica, con solidaridad ante el dolor de los que sufren y no pueden contraatacar la desmedida embestida estatal, visibilizando su oposición con creatividad, ideas y propuestas; alejados de la indiferencia y el individualismo que promocionan los abanderados de la “libertad”, cultores fantasiosos de democracias “marketineramente poderosas”, simuladoras perversas de un mundo realmente injusto y excluyente.


Aun es posible alcanzar la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria, abrazando la justicia social, independencia económica y soberanía política de la Argentina; salvaguardando la dignidad de su gente y militando activamente contra la pobreza mental de los retrógrados y violentos.

(*) Silvio J. Arias – Prof. Ciencia Política – Militante PJ