
De acuerdo con estudios recientes, las construcciones precarias y densamente pobladas de estos barrios marginales obstaculizan la circulación del aire y potencian el calor, generando una sensación térmica mucho más intensa. Un ejemplo extremo ocurrió en el Complexo da Maré —un conglomerado de 15 favelas que alberga a unas 140.000 personas en apenas 4 km²— donde se registraron sensaciones térmicas de hasta 60 °C.
En contraste, el resto de Río de Janeiro alcanzó a mediados de marzo los 44 °C, la temperatura más alta en una década, de acuerdo con el Sistema de Alerta de Río.
Expertos advierten que el cambio climático no sólo eleva las temperaturas, sino que también agrava las desigualdades sociales. “Este calor excesivo no es sólo el verano de Río, sino un reflejo de la crisis climática”, afirma Everton Pereira, representante de la ONG Redes da Maré. Pereira subraya que la población afrodescendiente, mayoritaria en las favelas, es una de las más afectadas por esta emergencia ambiental.

La situación exige respuestas urgentes, tanto en materia climática como de justicia social, para mitigar los efectos del calor extremo en las comunidades más vulnerables de la ciudad carioca.