
En su paso por Eduardo Castex, donde descansará hasta mañana antes de continuar hacia General Pico, Dante compartió con emoción la historia detrás de esta travesía que comenzó el 23 de marzo. “Esta aventura es personal, muy personal. Es mi manera de homenajear al hombre más importante del mundo: mi padre”, dice con la voz firme pero los ojos vidriosos.
El viaje tiene una primera gran parada en Hasenkamp, donde está enterrado su padre. Allí, el domingo 18 de mayo, se celebrará un responso en el cementerio local, con familiares, vecinos y un cura que lo esperarán para acompañar ese momento cargado de sentimientos. Luego, seguirá 30 kilómetros más a Colonia General Güemes, su pueblo natal, donde aún se encuentra el campo familiar que hoy trabaja su hermano.
Dante había planeado esta travesía para 2020, al cumplirse 10 años del fallecimiento de su padre. “Pero la pandemia me dejó con un pie en el estribo”, recuerda. Hoy, en 2025, está concretando lo que alguna vez imaginó como un gesto de amor, de raíz, de identidad.

La ruta comenzó en Cipolletti, Río Negro, “del otro lado del puente” como dice él, en referencia a su casa en la ciudad de Neuquén. Desde allí, cabalga entre caminos rurales, campos y pueblos pequeños, siempre acompañado por sus caballos y por una logística que incluye paradas estratégicas para alimentarlos y cuidarlos. “Los animales son lo primero”, asegura.

Con paso lento, pero con la firmeza de quien lleva una causa noble, Dante se abre camino entre las distancias y la emoción. “El caballo te abre todas las tranqueras”, le dijo una vez un paisano entrerriano. Y no se equivocaba. A lo largo del recorrido, Toso ha sido recibido con una calidez que conmueve. “Hay un capital humano extraordinario en este país. Puesteros, vecinos, agrupaciones gauchas, todos me han ofrecido un techo, un plato de comida, una palabra de aliento. Eso no tiene precio”, afirma con gratitud.
Ayer, antes de llegar a Castex, lo sorprendió un aguacero a pocos metros de Rucanelo. “Pero ahí estaba don Mansilla, esperándome, gracias a los contactos de la agrupación Maracó de Pico. Hoy me acompaña en el camino, trayendo la carga. Es impagable todo esto”, cuenta emocionado.
Bancario aún en actividad, hombre de campo por herencia, peregrino por devoción, Dante Toso es mucho más que un jinete. Es el testimonio vivo de que las promesas del corazón no caducan con el tiempo. “Sé que mi viejo estaría muy contento. Y eso me reconforta. Este viaje es para él, y también para mí”, dice, con una sonrisa que mezcla nostalgia, orgullo y gratitud.
Mañana seguirá su rumbo. Pero su paso por Eduardo Castex quedará marcado en quienes lo escucharon, lo acompañaron o simplemente lo vieron pasar. Porque hay viajes que no se miden en kilómetros, sino en amor.