
El homenaje se realizó cerca del mediodía. Primero, familiares, pilotos, dirigentes y público realizaron un minuto de silencio en la pista, en señal de respeto y recuerdo. Luego, todos se trasladaron hasta el monolito ubicado en el centro del kartódromo, donde se erige la moto gigante que simboliza el espíritu del lugar.
Allí descansan las cenizas de Carlos Erro, en el sitio que él mismo eligió para permanecer, junto a su pasión y su historia. En ese espacio cargado de significado, familiares, amigos, dirigentes del club y de la Federación Pampeana de Automovilismo Deportivo depositaron una ofrenda floral en su memoria.

Carlos fue mucho más que un dirigente. Presidió el Club Estudiantil entre 2002 y 2008, pero su compromiso con la institución comenzó mucho antes, en los años ’90, cuando junto a un grupo de amigos soñó con darle al deporte motor un espacio propio en Castex. Su entusiasmo, su empuje y su generosidad se transformaron en cimientos concretos: en cada rincón del kartódromo, en cada carrera organizada, en cada logro compartido, permanece viva su impronta.
“Carlitos” —como todos lo llamaban— fue de esos hombres que trabajan en silencio, que no buscan reconocimiento, pero que merecen todo el respeto y el cariño de quienes lo conocieron. Amigo, guía y ejemplo, amaba el ruido de los motores, la camaradería en cada competencia y la emoción de ver crecer su club.


Su espíritu bohemio y su pasión por el automovilismo seguirán siendo inspiración para las nuevas generaciones.
Porque en cada vuelta del kartódromo, en cada rugido de motor, Carlos Erro sigue presente.