Un hobby que se eleva con valores

Mauricio y Enrique representaron a Eduardo Castex en una categoría tan delicada como apasionante: la de planeadores remolcados, modelos ultralivianos que se elevan con un simple hilo de coser y permanecen en el aire por pura destreza del diseño y la precisión del piloto.
Con un tiempo de 1 minuto y 4 segundos, el mejor del sábado, Orellana logró un tercer puesto nacional en su primera participación (Categoría PRIM, con un tiempo máximo de vuelo de 64 segundos). Un resultado que, más allá del podio, refleja años de curiosidad, paciencia y amor por los detalles.

“Estos aviones pesan apenas unos gramos. Todo se define en milímetros, en la elección de la madera balsa, en el tipo de pegamento, en el recubrimiento. Es increíble cómo cada decisión cambia el vuelo”, explicó Mauricio, con esa mezcla de técnica y entusiasmo que solo tienen quienes disfrutan lo que hacen.

Más que competencia, una lección de vida
Para Enrique Klear, con más de seis décadas dedicadas al aeromodelismo, el orgullo es doble: por el amigo y por el legado.
“Fue la primera vez que Mauricio compitió a nivel nacional, con gente muy experimentada. Lo hicimos todo en casa, a la noche, entre mates e ideas. Llegamos como sapos de otro pozo, sin conocer a nadie, y nos fue muy bien. La gente quedó admirada con su trabajo”, contó emocionado.


El propio Klear, un histórico del hobby en La Pampa, recordó que esta práctica “abre la mente de los chicos, enseña paciencia, precisión y trabajo en equipo”, y lamentó que en los pueblos muchas veces “faltan espacios y apoyos para que estas actividades crezcan”.
Volar por placer, compartir por amistad
Detrás del logro hay algo más profundo: una historia de amistad, constancia y amor por lo que se hace.
Mauricio y Enrique construyeron su avión con recursos simples, ingenio y muchas horas de dedicación. “Usamos incluso film de cocina para cubrir las alas. Todo sirve cuando hay ganas de hacer”, dijo Mauricio entre risas.
Más allá de los resultados, ambos coinciden en lo esencial: seguir disfrutando del hobby, mejorando los modelos y soñando con nuevos vuelos.
“De acá a fin de año queremos reducir el peso del avión, practicar más y seguir aprendiendo. Pero sobre todo, seguir disfrutando de los amigos y del aeromodelismo”, cerró Mauricio.

Un ejemplo que inspira
En tiempos donde el apuro y la inmediatez dominan, historias como la de Mauricio y Enrique recuerdan que el verdadero vuelo no está solo en el aire, sino en la pasión por aprender, crear y compartir.
Desde un salón pampeano, dos amigos demostraron que con paciencia, trabajo y corazón, los sueños —aunque pesen apenas un gramo y medio— pueden volar muy alto.


















