
El estudio, publicado en la prestigiosa revista Journal of Moral Education, evaluó la eficacia del programa con la participación de más de 300 niños de Argentina y Uruguay. Los resultados fueron contundentes: los participantes del programa aumentaron sus conductas de ayuda hacia los demás y mostraron mayor empatía y serenidad emocional. Y lo más notable: esos cambios se mantuvieron incluso tres meses después de haber completado la experiencia.
«Queríamos demostrar que las tecnologías no tienen por qué alejarnos de los valores humanos. Si se usan con inteligencia, pueden convertirse en herramientas poderosas para el desarrollo moral y emocional de los niños», explica Mesurado.
Un antecedente con adolescentes

Antes de diseñar Little Hero, Mesurado había desarrollado el programa Héroe, una intervención digital pionera que promovía el bienestar psicológico y las conductas solidarias en adolescentes de entre 12 y 15 años. En ese caso, los participantes recorrían distintas «islas» virtuales dedicadas a la empatía, la gratitud o el perdón, guiados por un personaje tipo sensei que los acompañaba en el proceso. Implementado en escuelas y, durante la pandemia, adaptado para su uso remoto, el programa alcanzó a más de 200 adolescentes de Argentina y Uruguay.
Los resultados fueron igualmente alentadores: el 93% de los jóvenes reportó mejoras en su estado emocional y en su capacidad de conectar con los demás. Esa experiencia sentó las bases conceptuales y metodológicas de Little Hero, que busca ahora cultivar las mismas virtudes morales y emocionales desde una etapa más temprana del desarrollo.
Aprender a hacer el bien, jugando
«Little Hero» propone una experiencia inmersiva que combina lo mejor del aprendizaje digital y la educación emocional. Ambientado en un bosque, el programa guía a los niños a través de una serie de estaciones interactivas. Un búho sabio —símbolo de la sabiduría— los acompaña en cada sesión, que incluye videos, canciones y actividades lúdicas sobre temas como la empatía, la gratitud o las acciones solidarias cotidianas.
En una de las «misiones», por ejemplo, los chicos deben elegir tres actos de amabilidad para realizar durante la semana. En otra, escriben mensajes de agradecimiento a familiares, amigos o docentes. También hay desafíos creativos, como dibujos virtuales con mensajes positivos para el mundo. A lo largo de la aventura, los niños descubren que ser un «héroe» no implica tener poderes extraordinarios, sino algo más simple y valiente: preocuparse por los demás.
Las pruebas realizadas en escuelas de ambos países confirmaron que los niños disfrutaron del programa y se involucraron activamente. Más del 90% afirmó que la experiencia fue útil y fácil de usar, y la mayoría dijo que la recomendaría a otros compañeros. Para muchos, «Little Hero» fue su primer encuentro con un videojuego que los invita a pensar en el otro en lugar de competir.
Tecnología al servicio de la virtud
En una era marcada por el ciberacoso, la violencia digital y el individualismo, los hallazgos de esta investigación ofrecen un mensaje alentador: las tecnologías no son buenas ni malas por sí mismas; todo depende del propósito con que se utilicen. «Little Hero» demuestra que las mismas pantallas que a veces distraen o aíslan también pueden convertirse en una vía para cultivar la empatía, la cooperación y la serenidad.
«El gran desafío de la educación actual no es prohibir la tecnología, sino enseñar a usarla para construir vínculos más humanos. Los niños ya viven en un mundo digital; ayudarlos a florecer en ese entorno es una responsabilidad educativa y moral», sostiene Mesurado.
De Argentina al mundo
El proyecto fue desarrollado con el apoyo de la Templeton World Charity Foundation, y forma parte de una línea de investigación sobre educación moral y florecimiento humano liderada por Mesurado desde el CONICET y la Universidad Austral. Tras comprobar su efectividad en contextos escolares de Argentina y Uruguay, el equipo planea ampliar la implementación a otros países de América Latina.
«Queremos que los niños descubran que ser buenos también puede ser divertido», resume la investigadora. «Si logramos que cada chico se sienta capaz de cambiar el mundo con un pequeño acto de bondad, ya habremos cumplido nuestra misión», concluye.


















