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El Colegio Peinetti despide a su directora: Silvana Moreno inicia su retiro tras casi 30 años en la educación

Después de casi 30 años dedicados a la educación, Silvana Moreno comienza a cerrar una etapa fundamental de su vida. La directora se despide de la función activa con la tranquilidad de haber entregado todo y con la emoción inevitable que provoca dejar un lugar que no fue solo trabajo, sino también refugio, aprendizaje y construcción colectiva. Su recorrido está íntimamente ligado al Colegio Secundario Licenciado Hugo Peinetti, institución que marcó gran parte de su camino docente y humano.

Silvana nunca ocultó que su llegada a la docencia no fue producto de una vocación clara desde el inicio. “Yo elegí esta carrera casi por descarte”, contó en más de una oportunidad. En aquellos años, estudiar implicaba irse del pueblo, asumir gastos, adaptarse a nuevas realidades y, muchas veces, resignar sueños. Sin embargo, todo cambió cuando entró por primera vez a un aula. “Cuando pisé el aula, algo me atrapó. La profesión me abrazó y yo la abracé para siempre”, recuerda.

Su historia personal está atravesada por el esfuerzo cotidiano. Estudiar mientras trabajaba, sostener la maternidad, hacer pausas obligadas y volver a empezar cuando parecía difícil. “No todos tenemos las mismas oportunidades, eso es cierto. Pero también es verdad que a veces hay que mirar alrededor y animarse a buscarlas”, reflexiona, convencida de que su propio recorrido demuestra que se puede.

A lo largo de los años ocupó múltiples funciones dentro del sistema educativo. Fue profesora, auxiliar de secretaría, secretaria, vicedirectora y, finalmente, directora. Cada rol fue asumido con responsabilidad y compromiso, pero siempre desde la misma mirada. “Acá nadie es más que nadie. Yo soy directora porque firmo, porque alguien tiene que hacerlo, pero soy una más dentro de un equipo”, afirma, marcando un estilo de conducción basado en el diálogo y el respeto.

Desde la dirección acompañó procesos de transformación que se extendieron durante años. Hubo obras, ampliaciones y mejoras edilicias, pero Silvana siempre fue clara al hablar de esos logros. “Esto no es de una persona. Es un proceso. Cada gestión siguió lo que la anterior había iniciado. Yo no inventé nada, solo continué una forma de trabajar que ya estaba”, sostiene con humildad.

Para ella, el colegio siempre fue mucho más que un edificio. Fue un espacio de encuentro, de contención y de trabajo colectivo. “Es un colegio que te invita a trabajar. Todos traen propuestas, todos se sienten parte. Eso es lo más lindo”, destaca, convencida de que cuando una institución se siente propia, crece de verdad.

El vínculo con los estudiantes fue uno de los pilares de su trayectoria. Silvana nunca se dejó llevar por nombres, apellidos o historias externas. “Acá tengo un pibe, una piba, un adolescente atravesando una etapa difícil de su vida”, explica, reafirmando que el foco siempre estuvo puesto en la persona.

La adolescencia, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en el terreno que más la apasionó. “Es una etapa compleja, para los chicos y para las familias. Pero la adolescencia se atraviesa con vos o sin vos. Lo importante es acompañarlos para que puedan tomar las mejores decisiones”, reflexiona desde la experiencia de años.

En ese acompañamiento, muchas veces ocupó un rol que excedió lo estrictamente pedagógico. “Uno acá es un poco profe, un poco mamá, un poco escucha. Los chicos te preguntan cosas que a veces no le preguntan a nadie más”, cuenta, resaltando la confianza que se construye en el día a día escolar.

Con el paso del tiempo, Silvana fue viendo regresar a exalumnos convertidos en adultos. “Te encontrás con chicos que hoy son padres, profesionales, trabajadores. Y te acordás de todo. Eso es un orgullo enorme”, confiesa, emocionada por esos reencuentros que confirman que algo quedó sembrado.

El momento de la despedida no es sencillo. “Los mejores momentos de mi vida me levanté y vine a trabajar acá. Y los peores también”, admite, dejando en claro que la escuela fue escenario de alegrías y de dolores, pero siempre un lugar de pertenencia. Por eso irse duele, aunque sepa que es el tiempo justo.

Silvana también fue clara al hablar de los momentos difíciles que atravesó la institución. Siempre defendió el trabajo responsable, el acompañamiento interinstitucional y la necesidad de cuidar a los chicos por sobre cualquier mirada externa. “La escuela sola no puede. Hay que trabajar con otras instituciones, porque estamos hablando de niños y adolescentes”, sostuvo con firmeza.

La jubilación, para ella, no significa un corte definitivo. “El agradecimiento no termina con la jubilación. Yo voy a seguir acompañando, desde el lugar que me toque”, asegura. Y lo dice con una sonrisa que mezcla alivio y nostalgia, sabiendo que el vínculo construido no se rompe con un trámite administrativo.

La comunidad educativa despide a una directora que deja huella. No solo por las obras, los proyectos o los cargos ocupados, sino por una manera de entender la educación como un acto profundamente humano. Silvana Moreno cierra una etapa con la serenidad de quien dio todo y con la certeza de que su legado seguirá vivo en cada aula, en cada estudiante y en cada historia que ayudó a construir.