
«La policía conoció a un Pablo Parra que osciló entre una amabilidad impostada para mostrarse colaborador con la investigación y una actitud prepotente cuando se sintió molestado. ‘Muchas veces lo consultamos y fuimos a hacerle preguntas y tenía una actitud de cooperación, aunque a veces nos sobraba y se mostraba fanfarrón'», contó uno de los investigadores.
El día de la detención se lo percibió frío e inconmovible. Pero conforme pasaron las horas estuvo molesto y prepotente con la policía. Incluso algunos uniformados aseguraron haber escuchado comentarios machistas de su boca, ya dentro de la comisaría, señala la nota del diario rionegrino.
«Lo más llamativo», según pudo reconstruir el matutino, es que el trabajador petrolero «no se mostró sorprendido por el allanamiento de madrugada que lo tomó por sorpresa y durmiendo en soledad en el departamento que alquilaba en el barrio San Pablo. Fue el destino que eligió tras dejar la vivienda de la calle Confluencia al 1301 donde mataron a la joven pampeana».

En la audiencia de formulación de cargos solo habló para aportar sus datos personales. Una musculosa amarilla fue la única prenda de vestir que dejó ver en cámara y todo el tiempo mantuvo un rostro de desentendimiento aunque según advirtieron algunos especialistas que siguieron la transmisión en algunos pasajes del relato del fiscal mantenía su mirada hacia arriba como quién evoca o recuerda determinadas circunstancias.
Se habló mucho de la estrategia de defensa de su abogado Juan Coto, quien lo presentó como alguien incapaz de burlar a los investigadores durante tanto tiempo. Su imagen informal pareció elegida para abonar esa teoría, se resaltó en la nota periodística.
«Problemas con las mujeres»
Pero del otro lado, las personas que lo conocían del barrio aseguran que siempre fue un «tipo que tuvo problemas con las mujeres». Es más, los grupos feministas que repudiaron a Parra y que empapelaron la ciudad con su rostro y la frase «femicida» trazaron un paralelismo con la actitud que mantuvo Claudio Kielmasz, condenado a prisión perpetua por el triple femicidio de 1997.
Así como Kielmasz se presentó en la plaza para buscar a los familiares de las jóvenes asesinadas y aportar datos que permitirían esclarecer los femicidios, Parra fue al hospital para hablar con la madre de Agustina, mientras la joven de 19 años recibía el diagnóstico de muerte cerebral, recordaron.
La última vez que Parra habló con los medios dijo que «ya no quería tener nada con Agustina» pero en la audiencia de formulación de cargos del viernes se supo del propio fiscal Martín Pezzetta que él le había comprado un anillo de compromiso y tenía reservas para viajar a San Martín, invitación que fue rechazada por la joven pampeana.
Los investigadores presumen que ese rechazo y la visita de un joven al complejo con quien Agustina tenía una relación íntima fueron desencadenantes en el brutal ataque. Quedó claro en la audiencia en la que el fiscal dedicó muchos minutos en contextualizar la posible motivación de Parra para agredir a la joven.
Un testigo que vivía en el edificio también declaró y dijo que le llamó la atención que Parra no mostraba ningún signo de emotividad cuando hablaba de la joven el día del hecho. Lo mismo aseguran varios policiales que estuvieron presentes en algunas de las declaraciones que le tomó la fiscalía.















